lunes, 21 de septiembre de 2009

El tren de los ríncones de España



Molinos de viento de Consuegra.

Castilla - La Mancha
Foto de V-Castelo

Don Quijote combate con los molinos de viento

-Bien se ve, amigo Sancho,
que no sabes nada de aventuras,
porque salta a la vista que son gigantes.
Pero, si tienes miedo, apartate y ponte a rezar,
que yo voy a entrar en batalla.
-¡Que no señor, que son molinos!
-comenzó a gritar Sancho,
pero don Quijote ya no podía oírle,
porque cogía a todo galope
contra los gigantes de su imaginación.
Justo entonces el viento empezó a mover
las grandes aspas de los molinos, y don Quijote dijo:
-¡Menead los brazos todo lo que queráis,
que no os tengo miedo!
-y luego añadió mirando a los cielos-:
¡Oh señora de mi alma, fermosísima Dulcinea,
ayudadme en este combate!
Llegó don Quijote al primer molino y le clabó la lanza,
pero, como el viento soplaba con tanta fuerza,
las aspas siguieron girando,
con lo que la lanza se partió por la mitad
y don Quijote y su caballo echaron a rodar por el campo.
-¡No le decía yo que eran molinos!
-dijo Sancho, que llegaba corriendo a socorrer a su amo.
-Calla, amigo mío,
que lo que ha pasado es que el mismo hechicero
que me robó los libros a convertido esos gigantes
en molinos para verme vencido y deshonrado.
El pobre caballero apenas podía ponerse en pie,
pero Sancho le ayudó a subir a lomos de Rocinante,
que también tenía más de un hueso desencajado.
Cuando volvieron al camino,
don Quijote iba tan ladeado sobre su caballo
que parecía que fuera a caerse de un momento a otro.

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